Termina Abril.
En un viaje que antes, mucho antes que yo, habían hecho los protagonistas de uno de mis libros, Martín y Pedruco, los niños pastores de “Las horas largas”, pasando el puerto de Somosierra, siguiendo hasta Aranda de Duero, atravesando Salas de los Infantes en dirección a los montes de Neila…¡Quintanar!…y el IES Tierra de Álvargonzález; qué nombre tan bonito y qué encuentro tan entrañable con los alumnos de 1º, 2º, 3º y 42 de la ESO…Fue un largo viaje; pero valió la pena. Y a la vuelta, casi a los pies de Somosierra, me detuve en una antigua posada, en la que, según me dijeron, se había detenido Napoleón cuando llegó a creer que hacerse señor de la península no era sino un paseo. Y ¡hasta había un fantasma!…Qué pena que no consiguiera localizarlo.
Y en Mayo, ¡Fuenlabrada!, y la Biblioteca Antonio Machado una vez más. Veintinueve temporadas seguidas celebrando una Feria del Libro que se ha convertido en un modelo, y que, además de otras muchas cosas, es un punto de encuentro para escritores de todos los puntos de España. Gracias, muchísimas gracias a los que tanto se empeñan, a pesar de todos los pesares, en hacerla posible.
Y por último, al empezar Junio, teatro en Móstoles. Los chicos de 6º del Colegio Antonio Hernández tuvieron la amabilidad de invitarme al estreno de la ópera “¡Menuda familia!”, creada y puesta en escena por ellos mismos sin la ayuda directa de ningún mayor. Pasé un rato delicioso y divertido, ¡gracias Compañía Magic Box Junior!
Ahora me enfrento al verano con la pretensión de no hacer otra cosa que escribir; pero, como soy la dichosa abuela de ocho nietos, desde ya mismo extiendo los brazos para recibirlos.