Queridos amigos:

Después de tanto tiempo, aquí me tenéis de nuevo.

La causa de mi silencio ha sido una enfermedad que durante algunos meses se me llevó los ánimos. Por suerte resultó mucho menos grave de lo que temíamos. De todas formas, aunque mi cuerpo no ha necesitado ningún tipo de terapia, a mi mente le ha costado algo más recomponerse.

En primer lugar quiero dar las gracias a los profesores y alumnos que me enviaron cartas y dibujos. ¡Qué alegría me dio recibirlos! ¡Cómo me ayudasteis a tirar para adelante!

De verdad os lo agradezco desde lo más hondo del corazón.

A lo largo de este curso no he tenido muchos encuentros; pero algunos sí, y eso no sólo no me ha cansado, sino que me ha proporcionado nuevas fuerzas. Para el curso que viene creo que voy a seguir con mi vida anterior, de modo que espero encontrarme con muchos de vosotros.

Os he dicho que, a pesar de todo, este curso sí he tenido algunas actividades, aunque no muchas. Mayo, sin embargo, ha sido un buen mes, estupendo y entrañable, sería mejor decir. Empezó con un encuentro con adultos en Sanlúcar la Mayor, un pueblo que está a sólo 18 kilómetros de Sevilla, tirando hacia Huelva, coronado el Aljarafe. Resulta que, aunque nací en Sevilla, Sanlúcar es mi tierra, allí me crié, y de allí son los más queridos recuerdos de mi niñez. Algunos de mis amigos de la infancia y juventud estuvieron en el coloquio que se celebró en la Biblioteca Juan Ramón Jiménez.

Fue un día muy feliz, eso sí, lleno de emociones y nostalgias. ¡Muchas gracias, queridas bibliotecarias! ¡Muchas gracias, queridos amigos de Sanlúcar!

Mayo terminó con otras visitas entrañables, a otro lugar que, por motivos distintos, también está dentro de mi corazón: ¡Fuenlabrada!

La Feria del Libro de Fuenlabrada supone mucho para bastantes escritores e ilustradores; pero para mí… ¿me permitís decir que quizás un poquito más?

Hace 31 años que se celebró por primera vez, y allí estaba yo, con cinco amigos queridísimos, de los cuales dos ya no están con nosotros, Juan Farias y Tino Gatagán… Entonces sólo éramos seis, y este año casi setenta…Nos piden los colegios, y durante 31 años se han acordado de mí. ¿Verdad que es para estar orgullosa y agradecida?

Muchas gracias, amigos de Fuenlabrada, profesores, lectores y bibliotecarios, ¡muchas gracias!

Y precisamente con las cartas de los alumnos de un colegio de Fuenlabrada, quiero terminar. Por razones de intimidad he omitido sus nombres,

tanto del centro como de los alumnos. Pero leo estas cartas de cuando en cuando, y en ellas están tanto el cole como los chicos de 4º.

El caso es que las cartas no están dirigidas a mí, sino a los personajes, algunos basados en la realidad, de uno de mis libros más queridos. Se llama “El último gol”, y sólo pude escribirlo con la ayuda de mi nieto Hugo, un excelente jugador, que me dio clases de futbol, porque yo no sabía nada. Él es el verdadero protagonista de una historia en la que, además de goles, hay muchas otras cosas, como, por ejemplo, generosidad, compañerismo y también sacrificio…”Este gol que no has metido es el mejor de todos los de tu vida”, le dice Gonzalo, el entrenador, a Hugo.

En fin, espero que disfrutéis con estas cartas tanto como yo lo he hecho.

Buen verano y un gran abrazo para todos.

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